De lado quedaron las formas, también los merecimientos. Esta noche, la suerte estuvo de su lado y supo acompañar la mejoría de un equipo que, sabiéndose inferior a su rival, se entregó por completo, cometió menos errores y pegó en el momento justo para quedarse con la victoria. Quilmes se dio un gusto grande al derrotar a un duro adversario como Talleres, pudo cortar la catastrófica racha de siete derrotas en fila y logró sumar sus primeros puntos del año.

La pésima campaña de las últimas fechas lo pusieron increíblemente al límite. El QAC salió a la cancha sabiendo que no le quedaba otra posibilidad que sumar porque un nuevo traspié empezaría a conducirlo en un camino casi sin retorno. Y eso lo entendió el equipo, motivado desde la previa y con la intención de equiparar fuerzas ante un visitante superior, con fuerza y entrega por completo.

En la primer parte, el Cervecero fue mesurado, dejó que Talleres mantenga su estilo de tenencia de pelota, de posesiones largas y de espera para encontrar el momento de acelerar el ritmo o intentar sacar alguna diferencia. Claro que, el nivel y la velocidad de mitad de cancha para delante de Palacios, Jonathan Menéndez, los laterales y alguno más que se sumara, le dieron la chance a los cordobeses de ponerse en ventaja. En las más claras se encontraron siempre con una de las figuras de la cancha: César Rigamonti.

Ya en el segundo tiempo, los dirigidos por Cristian Díaz intentaron presionar más arriba, cortaban el juego en campo contrario y se animaron a intentar un poco más. Bunas apiladas de Contreras, el juego de pivote del debutante Bailone, tuvieron compañía en la llegada por los costados. Y Orihuela es un mediocampista que, cuando juega en su posición natural, llega a posición de gol. A él le quedó la pelota y el arco de frente después de un centro rasante y no lo desperdició.

La ventaja, algo que parecía insospechado dentro del trámite de un partido donde la visita era más agresiva y superior en el rendimiento, motivó a Quilmes. Con más espacios el juego se hizo más frenético, pero también con más errores. Uno muy claro de Bottino podría haberle dando el empata a la T, con un pase que quedó corto y lo dejó a Palacios mano a mano con el arquero. Pero la suerte estaba del lado del local y el delantero no supo definir correctamente ni en la primera ni en la segunda opción.

Sobre el cierre y después de un QAC que a esa altura ya jugaba con el cronometro y el paso de los segundos, quedó espacio para la polémica, producto de un revuelo de piernas en la última jugada del partido que pareció desembocar en un penal no cobrado para el visitante. Pero Delfino pitó el final y la euforia copó la escena. No fue un título pero se vivió casi de forma similar. Fue un desahogo grande. Quilmes se dio cuenta que está vivo y que va a dar pelea.