No hay mal que dure cuatro meses… o sí. Ese fue el tiempo que tuvo que esperar Quilmes para poder volver a cantar victoria en el campeonato. En medio de una situación híper delicada y con serios problemas futbolísticos a cuestas, el conjunto de Sciacqua logró despertar a tiempo en Puerto Madryn. Después de una primera etapa muy mala, se reveló en el segundo, fue por más y sobre la hora tuvo su premio. Tres puntos importantes que sirven en lo anímico más que en la tabla.

Claro que no todo fue color de rosas en el paso del Cervecero por el Sur de nuestro país. Es más, cayó en los mismos errores de muchas de las anteriores presentaciones. Arrancó errático, pagó con horrores defensivos y en apenas cinco minutos ya perdía, después de una muy buena aparición de Matías Rojo, que se limpió al arquero para definir con tranquilidad. Y partir de esa circunstancia: se le cayó la cortina.

Durante todo el primer tiempo, el QAC se excedió en los pelotazos, nunca tuvo salida desde la mitad de la cancha, entregó el balón a un rival que manejó los momentos aunque gravitó poco por el área ajena. Pese a eso, la venía llevando bastante bien, hasta que cometió el pecado de marcar mal en un corner, en el último minuto. Centro de Alvarez, cabezazo de Silva para desviar y Caneo entró solo por el medio para definir y convertir un gol con una carga psicológica por demás importante.

Es que, en el tramo final Quilmes fue otro. Mostró mayores convicciones, más decisión y empezaron a aparecer ciertas ideas. Una mitad d cancha mejor poblada para la tenencia con la aparición de Ramírez, sumado a una mayor velocidad por las bandas ante un conjunto local cansado y metido en sus propias lagunas (llegaba de tres derrotas al hilo). En medio de los problemas de ambos, se hizo un encuentro dinámico en el que los dos lo intentaron. Justamente, el Cervecero nunca se resignó y allí está su mayor premio.

Faltaba poco y entre Alvarez y Ramírez hicieron corto un tiro libre que terminó con centro del primero para que, después de uno y mil rebotes, apareciera el delantero de área para embocarla. Fue Silva, que había hecho un desgaste importante durante el encuentro, el que puso el pie para mandar el balón a la red.

Tuvo que esperar nueve partidos y sufrir por demás para sacarse una espina y conseguir una mínima alegría. Son apenas tres puntos, que todavía no representan demasiado en las tablas, pero que, de saber capitalizarlo, puede servir como el despegue necesario para volver a creer en sí mismo.