El último partido de la Argentina en el Mundial 2018, disputado en la ciudad de Kazán, fue el epítome de un equipo sin brújula bajo las órdenes de un DT que, como Napoleón, aunque en verano, perdió el rumbo en las estepas rusas. Planteando un esquema inédito en la historia del fútbol, Jorge Sampaoli apostó a conquistar el pase a Cuartos de Final ante Francia sin un nueve y solo recurriendo al atacante cuando ya se presentía un papelón. Sin embargo, esos pocos minutos en cancha le bastaron a Sergio Agüero para anotar el descuento -su segundo tanto en el torneo-, alimentar una mínima esperanza a poco del final y convertirse en el goleador de una Selección que, insólitamente, en la mitad de los encuentros relegó al banco su poderío de fuego.

Fue una de las últimas acciones en lo que ya era derrota consumada, pero que, a partir del cabezazo del quilmeño, dejó la confirmación de que en ninguna cancha del planeta se puede jugar sin tener un delantero que acompañe en la ofensiva. Habiendo llegado en buen nivel a Rusia, el Kun arrancó el certamen como titular ante Islandia, compromiso en el que logró marcar el primer gol mundialista de su carrera. Poco abastecido, víctima de un sistema que, priorizando la tenencia intrascendente del balón, careció de profundidad, fue el primer cambio, reemplazado por Higuaín, tras el gol de Rebic que abrió la goleada de Croacia ante una desorientada Albiceleste.

Complicada en la clasificación a Octavos luego de la derrota propinada por los balcánicos comandados por Luka Modrić, el ex Independiente fue relegado al banco en el trascendental duelo ante Nigeria para solo entrar cuando las papas quemaban luego del transitorio empate de las Aguilas. Inexplicablemente, el único delantero argentino que había inflado la red en lo que iba de la Copa y tercer máximo goleador de la Selección Argentina de todos los tiempos, no tuvo lugar en el once ideal de Sampaoli.

Para la historia

Sergio Agüero se transformó durante Rusia 2018 en el primer jugador nacido en Quilmes en anotar en una cita mundialista. Juan Botasso (Uruguay 1930), José Manuel Ramos Delgado (Suecia 1958 y Chile 1962), Gabriel Milito (Alemania 2006) y Diego Milito (Sudáfrica 2010) también representaron a la ciudad pero no pudieron anotar.

Los únicos quilmeños por adopción que habían logrado convertir en copas del mundo fueron los dos campeones: Daniel Bertoni, quien anotó un gol en la final contra Holanda del Mundial de Argentina 1978, y Jorge Burruchaga, que marcó en la definición ante Alemania para obtener el campeonato de 1986. Bertoni también estuvo presente en España 1982, donde convirtió dos veces, y Burruchaga en Italia 1990, donde marcó ante la Unión Soviética.