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Con sus 2,07 metros de altura, y un temible alcance de brazos de 208 centímetros, le hizo frente a los mejores boxeadores del mundo de mediados de la década de 1920, forjando una exitosa campaña de casi una década que lo catapultó a la portada de todos los diarios. Victorio Campolo sin dudas ocupó un sitial de honor en épocas en que el pugilismo nacional era verdadera pasión de multitudes. Con ustedes: El Gigante de Quilmes.

Victorio, como figuraba en su documento por más que su nombre original fuera Vittorio, llegó de muy pequeño a la Argentina luego de que un terremoto arrasara con su pueblo natal, el puerto de Villa San Giovianni en el sur de la península itálica. Junto a sus padres y seis de sus hermanos -dos habían fallecido en el temblor- se radicaron primero en Córdoba y luego definitivamente en Quilmes. Aquí, su familia instaló en la esquina de Lavalle y Brandsen la carnicería que todavía subsiste hasta el día de hoy y, como si se tratase de una precuela de Rocky, fue allí, entre las medias reses, que el joven Gigante comenzó con el noble arte de los puños.

Tras un breve paso amateur, debutó como profesional noqueando el 31 de julio de 1925 a Johnny Cipriano en Buenos Aires, le siguieron cinco victorias consecutivas, hasta que el 25 de mayo del 28, el norteamericano Monte Munn literalmente lo mandó al hospital. Tal fue la envergadura de los golpes que recibió que varios diarios argentinos, con prematura tendencia amarillista, se habían animado a titular, como hizo el santafesino El Orden: “V. Campolo va a morir”.

“Había quedado con conmoción cerebral, entonces, como él todavía vivía junto a la carnicería, y por ahí pasaba el tranvía 22 que venía de Capital, para cuidarlo y que se curara más rápido cortaron la calle porque no podía tener ningún movimiento o ruido fuerte cerca”, comenta a DQ Mariana Campolo, nieta de Victorio, quien desde pequeña escucha las historias acerca de las hazañas de su abuelo.

Esa lesión, sin embargo, fue el punto de inflexión en la carrera del Gigante, quien menos de un año después se embarcó hacia Estados Unidos (NdR: fotografía que ilustra esta página) a desafiar a los contendientes top de aquel entonces: Arthur de Kuh, Tom Heeney, Phil Scott y Primo Carnera, entre otros, siendo cabeza de cartel en lugares como el mítico Madison Square Garden de Nueva York. Entre 1929 y 1931 realizó un total de catorce combates en suelo norteamericano y se hizo tal nombre que hasta estuvo a un paso de enfrentar al campeón mundial de peso completo, el legendario alemán Max Schmeling.

Mientras su fama lo llevó a ser portada de la destacada revista The Ring y a que su campamento fuera visitado por los músicos de tango que giraban por el país del norte, en sus pagos era un verdadero héroe local. “Cuando peleaba allá -continúa Mariana- en la vieja telefónica de Quilmes, ubicada en Alvear entre Rivadavia y Alem, abrían todas las ventanas para que la gente que colmaba la calle pudiera seguir con atención el relato del combate”.

A su regreso se coronó Campeón Argentino y continúo boxeando hasta que colgó los guantes en diciembre del 34. En su campaña de nueve años, registró un notable record de 21 peleas ganadas (17 por nocaut), 8 perdidas (3 por nocaut) y un empate, redondeando 30 combates con un impresionante 56,67 por ciento de golpes de nocaut. Valentín, su hermano menor, lo siguió en el pugilato y como él también hizo historia, conquistando la corona sudaméricana en la misma división.

El Gigante de Quilmes se despidió en enero de 1968, dejando atrás una leyenda deportiva que puso bien en alto a esta ciudad. Hoy, su foto sigue vigente en las paredes de varios reconocidos restaurantes de la zona y, obviamente, en aquella carnicería donde habían empezado sus aventuras.