Firme dentro del Top Ten nacional, Crhistian Burgos es uno de los máximos exponentes del triatlón argentino. Pero esa chapa de poco le valió a la hora de tener que salir a competir por primera vez en Mundial de esta disciplina: el mítico Ironman, la prueba históricamente más importante de la especialidad, que se disputa anualmente en Kona, Hawaii. Diferentes situaciones lo llevaron a padecer la competencia al punto de pensar en abandonarla en un par de oportunidades y que, además, generó un cierre muy particular. Mano a mano con DQ.

- Contame las sensaciones que viviste durante la competencia, ¿fue mucho más complicada de lo imaginado?

- La verdad que luché como nunca para terminar una carrera que se me complicó desde el inicio. Fue una largada muy agresiva y hasta diría violenta. Muchos golpes en los primeros 300 metros de la natación. Tuve un excelente parcial hasta los 1900mts, pero en ese momento me hunden y comienzo a tragar agua. Obviamente, entré en pánico porque no podía respirar. Logré reponerme y nadé hasta un kayak. Se ve que tragué mucha agua porque empecé a vomitar… llegué a la costa como pude, me senté en una silla sin entender nada y cuando pensaba en abandonar, un compañero me ayudó a cambiarme y me empujó hasta la bicicleta.

- ¿Y a partir de ahí que pasó?

- Subí a la bici, me acomodé y calmaron los vómitos. Esa etapa fue durísima por el viento y la lluvia. Después bajo a correr y el sol rajaba la tierra, era un infierno. En ese momento, los fantasmas volvieron a rondar por mi cabeza. Corría y lloraba de la impotencia, del sacrificio que había hecho para estar ahí y no poder disfrutarlo... Pero me crucé con compañeros que estaban pasando lo mismo y me di cuenta que tenía que seguir. Luego de un rato de running, me alcanza mi amigo Gonzalo Pardo, nos abrazamos y lloramos juntos y nos prometimos terminar esta carrera como sea sin importar el tiempo y eso me alivio. Pude empezar a trotar de nuevo.

- ¿Ese fue el comienzo para que terminaras cruzando la meta junto a otros argentinos?

- Si, porque en el Km 24 lo alcanzo a Gonzalo Acosta, que no podía más, y le dije que lo iba acompañar hasta que termine. Por el Km 30 lo vemos a Santiago Beltrán caminando y lo convencimos para qué trote con nosotros y unos kilómetros más tarde apareció Pablo Ureta y ahí ya éramos multitud. Pablo podía correr más rápido que nosotros pero resignó su carrera y se unió al team de los Trota-Caminata. A los cuatro no nos importó la competencia, por eso esta carrera nos quedará grabada por lo dura y por la experiencia de vida.

- ¿Cual fue tu tiempo final? ¿Te habías propuesto una meta competitiva o llegar ya era todo un desafío?

- Mi tiempo fue de 10 horas 20 minutos. Está muy lejos de lo que fui a buscar pero en un día como el que tocó, con todos los contratiempos que tuve, haber podido terminarla me hizo sentir como si hubiera ganado.

- Cumpliste el principal objetivo de todo triatleta al competir en esta mítica carrera, ¿te dan ganas de volver?

- Obviamente que fui al Mundial a competir pero uno es humano antes que triatleta y prioricé terminarla como pude. Antes de viajar había dicho que este era mi último Ironman pero decidí que el año que viene voy a volver para saldar la deuda que tengo pendiente conmigo mismo.