No se trata de una discusión futbolera para ver quién tiene razón. Es apenas una realidad, dada las circunstancias y el momento en que se disputó este partido. Para Quilmes no había vuelta atrás: si quería superar mínimamente sus traumas, vencer a un rival directo y mantenerse a flote en la tabla de los promedios, lo único que serví ante Olimpo era sumar de a tres. Y después de noventa minutos, donde el equipo mostró un flojo nivel, al menos pudo celebrar su primera victoria.

Ya llegará el análisis del juego. También el momento en el que habrá que agachar la cabeza y seguir trabajando para continuar mejorando el armado futbolístico de un Cervecero que en la noche del viernes, jugó uno de sus peores partidos del campeonato. Quizás la ansiedad y las obligaciones le jugaron una mala pasada, pero lo cierto es que el elenco de Grelak ganó… y poco más para rescatar.

Se dividieron la pelota y los errores. A ambos les faltó prolijidad, claro que los bahienses se alternaron en la búsqueda e intentaron con distintas formulas, todas con poco resultado positivo. Pero el QAC fue apenas un cumulo de voluntades, un conjunto con más vigor y ganas que ideas. Que aprovechó una ráfaga positiva en el primer tiempo y un rebote en el segundo para quedarse con los tres puntos.

Un par de pelotas recuperadas firmemente entusiasmaron al equipo promediando la primera parte, y en medio de una presión casi inesperada, una gran jugada individual de Nico Benegas (debutando desde el arranque), terminó en un mejor disparo del delantero, que se coló pegada al palo izquierdo del arquero Champagne.

Olimpo no merecía ir perdiendo pero tampoco le encontraba la vuelta a la historia. Claro que, Quilmes volvió a pecar al igual que en otros partidos, regalando terreno, pelota y protagonismo, y en una pelota parada, el uruguayo Carlos Rodríguez quedó solo tras forcejear con su marcador y mandó el balón a la red, a partir de un buen cabezazo.

Los minutos pasaban, el tiempo urgía, los nervios empezaban a comerlo, generando nuevos-viejos dolores de cabeza en el QAC, que no sabía cómo hacer para ganarlo, aunque los roles volvían a invertirse y la responsabilidad ahora estaba de su lado. Pero esta vez, el destino le jugó un guiño a su favor y, tras un centro desde la izquierda, el remate de Hernán Da Campo se desvió en Víctor Lopez, descolocando al arquero y colando la pelota mansamente en el arco.

En un duelo de necesitados, entre rivales directos (si los de Bahía ganaban, lo pasaban en la tabla de promedios), quedarse con la victoria tiene un sabor doble. Porque te permite subir y dejar hundido a tu rival. Por eso, la importancia de ganar. El debate futbolero por las formas, quedará para otra oportunidad.