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En una sociedad históricamente caracterizada por el individualismo y el egoísmo ya pareciera raro encontrar ejemplos de verdadera solidaridad. Esa motivación desinteresada por ayudar al prójimo que es, o debiera ser, una de las características más básicas de la formación humana. Guiada solamente por la pasión y esas ganas, María Soledad Ibáñez, lleva adelante ad honorem la Escuela de Estimulación Deportiva que funciona en el QAC para el desarrollo de chicos con características especiales y contra toda corriente nos recuerda que todavía no todo está perdido.

“La escuela es un centro de estimulación deportiva: No vienen a competir sino a jugar, a descargar todo lo de la semana y sobre todo a hacer amigos ya que en el ámbito del colegio les cuesta socializarse”, explica Sole y aclara que “muchos no hablan, algunos gritan y otros solo se comunican por gestos pero, más allá de las distintas características de cada uno, están todos juntos porque lo importante es que todos hagan todo, que todos lleguen a todo. Por ahí el primer día no van a embocar al aro pero los apoyamos para que sientan que atrás de ellos hay una pared que los está ayudando. Así empiezan”.

- ¿Qué deportes practican?

- Jugamos primero al básquet ¿por qué? Porque corren, manejan los brazos al saltar y al esquivar los conos van ganando equilibrio, que es lo que los chicos no tienen. Si está lindo el día hacemos hockey en la cancha de papi y después 20 minutos de partido de fútbol, algo que no se los puedo sacar por nada. También realizamos gimnasia, aunque no les gusta. Les cuesta mucho aprender, quizá tardan ocho meses en aprender solo dos rutinas distintas, acá se trata de insertar deportes de conjunto donde tienen que funcionar todos.

- ¿Cómo llegan los chicos a la escuela?

- Siempre vienen por los padres, me cuesta mucho porque yo no trabajo en escuelas especiales. Empecé con uno todos los sábados, después invitamos a un compañero y así empezamos a ser más. Los primeros tres años éramos 7 y ahora ya somos un grupo de 25. El camino siempre comienza de la misma manera, cuando viene un chico nuevo todos tienen que empezar de cero. Lo tocan, lo miran… van viendo si es más grande, más chico, lo van midiendo. Una vez que todos se amoldaron podemos empezar. El primer mes es de adaptación, especialmente para el nene nuevo que tiene que adaptarse a estar con otros 25 chicos que no conoce, cada uno con características distintas. Tenés un nene de 5 conviviendo con otro de 35, por ejemplo Maxi empezó a los 3 años y hoy tiene 15.

- ¿Conocés otro emprendimiento como el que llevás adelante?

- En provincia no, solamente hay para chicos con discapacidades físicas pero para síndrome de down y retraso mental es el único lugar. Eso se debe a que es mucho más difícil de trabajar porque no entienden las órdenes entonces ningún profe quiere complicarse la vida. Los otros clubes no los acepta, solo les ofrecen natación y les cobran 50 pesos cada clase porque no los pueden integrar a cualquier grupo. Acá el club los hace socio gratis, hacen deporte, se los integró y a fin de año también nos entregan el premio Q. Con el grupo de los padres nos dividimos las tareas y juntan 10 pesos por mes para las gaseosas y la comida, nada más, todo es ad honorem y siempre va a ser así.

- ¿Qué fue lo que te llevó a tener esta disposición?

- Yo digo que gano logros. Milagros no hago, no curo a nadie y los chicos tienen que continuar con sus tratamientos médicos, simplemente soy un granito de arena. El mayor logro es que vienen y de golpe están embocando en un aro o llevando una bocha pegada al palo… Intento integrarlos, no los trato distinto, soy su par. Si hay que retarlos, los reto, les pongo metas y por eso ellos logran superarse. No necesitan distinciones, logran lo mismo que nosotros pero de diferentes maneras y tienen que aprender a ser autosuficientes. No puedo asegurar que todos se adapten, pero lo probamos. Y además no es solo para los chicos, también sirve de terapia para los padres porque no reciben ayuda de ningún lado: las obras sociales y las prepagas no quieren afiliar a sus hijos o los llevan a lugares alejados para que no las utilicen. Si cobran más de mil pesos no reciben ninguna pensión y los chicos necesitan tomar remedios todos los días que el más barato sale 80 pesos. Entonces cuando a mi me dicen que tendría que cobrar les digo que no ¿alguien más les va a querer cobrar? Yo no lo hago por la plata y se sorprenden porque están acostumbrados a que todos los maten.

- ¿Necesitan actualmente algún tipo de colaboración?

- El otro día un papá nos donó conos porque no teníamos ni uno. Nos faltan colchonetas, sogas, juegos de psicomotricidad y los equipos. Vamos a ver si hacemos unas rifas para que los chicos puedan tener su uniforme como todos los del club. Yo lo que no quiero es plata sino las cosas que necesitamos, no importa si están nuevas o usadas, las reciclamos.

Las clases de la Escuela de Estimulación Deportiva son los sábados de 10 a 12 horas y para inscribirse hay que llamar de lunes a viernes a la sede del club al 4253-1014 o 3255. Un proyecto que vale la pena dar a conocer por ser un ejemplo de que todavía queda humanidad. Solidaridad que le dicen, pero que lamentablemente no todos practican ya que, como analiza Soledad: “en el colegio se dejó de enseñar a ayudar”.