Nadie dijo que iba a ser fácil. Todo lo contrario, sino que lo diga Quilmes después del estreno que vivió este lunes por la noche en Junín. Nunca se mostró cómodo en el partido ante un rival, a priori, directo en la pelea por el ascenso. Sarmiento pareció tener su libreto más desarrollado y estuvo cerca de ganarlo: Trípodi, figura de la cancha, tapó un penal clave en el segundo tiempo. El elenco de Nardi, al que le faltan horas de juego, se trajo un punto positivo.

Apenas los primeros noventa minutos de un torneo que pinta para demasiado duro, permiten hacer un primer diagnóstico de este nuevo Cervecero: le falta mucho del ADN que imagina su entrenador para poder ser figuro. Ante un adversario preparado para pelear por los primeros lugares, se conformó con repartir la tenencia de la pelota, lo esperó demasiado y sufrió por el poco corte y, justamente, la incapacidad para tener el balón.

Dio la sensación que el Verde siempre tuvo más claro su libreto. Con una base de futbolistas de experiencia en la Primera División, intentó ser profundo, mordió en toda la cancha y estuvo siempre atento en cada una de las pelotas divididas. Metido y con un mejor movimiento de la pelota, contó con casi todas las situaciones claras que tuvo el juego. Un cabezazo de Yamil Garnier en la primera parte y, sin dudas, el penal tapado con las piernas a Héctor Cuevas, lo marcan como el mejor de la noche juninense.

Para contrarrestar esto, por el lado de la visita, solo se puede rescatar un remate de Matías Tissera que dio en el palo cuando el encuentro recién se iniciaba y algún centro sobre el cierre, con un adversario ya cansado y que había empezado a resignar toda posibilidad de triunfo. Sin dudas, muy poco si es que el QAC pretende hacerse valer por su constante mirar hacia el arco contrario.

No caben dudas, queda mucho por mejorar. Pero las urgencias en medio de un semestre en el que el Mundo Quilmes deberá terminar de asimilar su insólito descenso, ya le meten presión para el estreno en casa por la segunda fecha. Ganar, ganar y ganar, el único verbo que se le da valor hoy por hoy para no quedar afuera de entrada de un certamen que no permite demasiadas equivocaciones.