Con 25 mil años de historia, el arco forma parte constitutiva de la especie humana. El Long Bow inglés, por ejemplo, pasó de ser un arma ideada para la guerra a una de las más difíciles categorías de la arquería actual. Una tradición que subsiste desde los blancos acantilados de Dover, en el Canal de La Mancha, a las costas de Quilmes, donde reside Graciela Battauz, campeona en 2000 en el Mundial de Arquería de Campo de Sudáfrica.

- ¿Cómo llegaste a la arquería?

- Cuando tenía cinco años, mi abuelo, que era marino mercante, trajo un arco de los indios de Paraguay y, aunque no lo podía ni abrir, quedé fascinada. Mucho tiempo después descubrí un lugar donde había blancos para tirar. Me entusiasmé de nuevo, pero estuve tres años hasta que encontré un sitio donde ir a aprender. Ahí me enganché definitivamente.

- ¿Cuánto tiempo pasó desde ese primer contacto hasta que empezaste a entrenar?

- Más de 20 años, en los que no había vuelto a tener ningún contacto con un arco.

- ¿Qué fue lo que te atrapó en ese retorno?

- Es indescriptible, tenés que estar con el arco y ver como la flecha da en el blanco. Creo que es algo muy ancestral, que lo tenemos en los genes. Es increíble como te das cuenta del pasado cazador de la humanidad, de tu parte más instintiva.

- ¿Cuáles son los primeros pasos para dar en esta disciplina?

- Primero hay que encontrar el arco indicado para cada uno. La elección es muy personal, pero creo que en realidad él te elije a vos. Para algunos, lo mejor es uno súper tecnológico. Otros, como yo, preferimos los de madera.

- ¿A partir de ahí qué sigue?

- Comenzás a progresar cada vez más. Aprendés como pararte y como respirar, porque se requiere un ritmo especial para que la flecha no se desvíe. Vas adquiriendo un foco como si fuera meditación, ya que necesitás tener los músculos en tensión y el espíritu relajado. Es una disciplina muy profunda que te va forjando el carácter.

- ¿Cuándo empezaste a competir?

- Pasaron cinco años de práctica -entrenaba tres días por semana- hasta que me lancé a la competencia. Como mínimo participaba en torneos una vez por mes.

- ¿Y cómo llegaste al Mundial de Sudáfrica?

- Lo decidí ni bien me avisaron que se hacía. Como me estaba yendo bastante bien en los torneos, me dije: “este es mi momento”. Fue una decisión casi impulsiva.

- Pero terminaste poniendo a Argentina en lo más alto…

- Fue raro, porque allá me enteré que era la única mujer inscripta en Long Bow y, obviamente, me dieron el título sin haber competido. Supuse que en esta categoría habrían menos participantes, pero no sabía que iba a estar yo sola. Lo positivo es que pude participar durante todo el torneo junto a los hombres, que eran de primer nivel mundial.

- ¿Después del mundial qué?

- Con todo lo que aprendí me di cuenta de lo que me faltaba y comencé a entrenar más fuerte. Continué durante un tiempo largo, hasta que la vida me llevó por otros rumbos. Incluso intenté volver, pero se me hizo difícil por no haber lugares abiertos donde practicar. Si se dieran las condiciones, seguramente volvería a tirar.

Por amor

La pasión de Graciela por la arquería, la llevo a abrir en 2000 un bar temático llamado “Arco Bar”. “Yo hacía de instructora”-rememora- “Quienes se enganchaban deliraban, los demás miraban de afuera y querían pero no se atrevían”.

- ¿Por qué pasaba eso?

- Lamentablemente, a veces, el público quilmeño necesita que las cosas se pongan de moda en Palermo Hollywood para poder hacerlas acá.

Actualmente, en la ciudad, se puede practicar arquería deportiva en el Club Juventud de Bernal, Club Quilmes Oeste y en la Asociación de Tiro y Gimnasia de Quilmes.