“Es un sistema de caballeros”, describe Ronaldo Ronnie Penn, presidente del Quilmes Lawn Tennis Club desde hace 36 años, al código de honor que rige todas las actividades de esta institución fundada por la comunidad británica en 1889, pionera en la organización del tenis nacional. “No existen tableros para anotarse -explica- si hay gente esperando, se termina el set y son automáticamente invitados a entrar. Todos tienen la oportunidad de jugar por lo menos 2 veces”.

Tan británica como la doble N en el nombre del club y los gin tonic que beben sus socios en el festejo de los 120 años (ver DQ 16), la caballerosidad hace posible que solo trabajen dos empleados -uno para mantener la cancha y otro para la limpieza-, de lo demás se encargan ellos mismos: cada uno tiene su llave, se preparan los tragos y anotan en planillas lo que consumen, en un libro dejan asentadas las visitas y, en otro, si utilizaron la luz de las canchas. Honestidad brutal.

Todo esto es posible, según Ronnie, porque “este es nuestro segundo hogar y todos somos amigos, por lo tanto, no hay enemigos ni camarillas”.

La II Guerra Mundial fue determinante para la vida del club. Gran cantidad de sus socios se enlistaron para combatir junto a los Aliados y, muchos de ellos, jamás pudieron volver a casa. Ese fue el momento del gran quiebre en la historia de la institución: se acriolló, permitiendo el ingreso a quienes no eran de la colectividad.

“Hoy se habla castellano pero, cuando yo entré era obligatorio el inglés”, rememora Bruce Dey -Revisor de Cuentas y socio desde 1942- y elogia al presidente: “la gran virtud está en el señor Penn, quien supo hacer de este club británico, un club nacional”.