En la última entrega las vivencias fueron de 1960, cuando el Quilmes Atlético Club realizó, luego de un mal comienzo, una de las mejores campañas en el campeonato de Primera B. Entonces, era lógico que el 61 fuera un año de esperanzas: se había encontrado el equipo y, además, arribarían algunos refuerzos para llegar al objetivo, ese ansiado retorno a la Primera División A. Vaya paradoja, justo se cumplía una década desde que el Cervecero había descendido en 1951.

En lo personal, no me sentía bien al comienzo del año. Y no era para menos, ya que debía cumplir con el Servicio Militar Obligatorio y encima ¡me había tocado Marina!, es decir: 24 meses bajo bandera. El 4 de enero me habían reclutado en dependencias del Estado en La Plata y de allí me derivaron a Río Santiago, donde me asignarían el destino.

Mi decaimiento era total: ¿qué pasaría con Roberto Emilio Coraglio? ¿dónde sería su destino militar? Era una incertidumbre absoluta. Me la pasaba pidiéndole a Dios que no me enviaran lejos porque yo quería seguir en Quilmes. Esa era mi pasión y mi vida y no sé que hubiera pasado si me la quitaban. Así que puse todo mi entusiasmo en buscar alguna salida… y tan mal no me fue.

Había un capitán de Marina que era simpatizante de Quilmes y además era amigo de mi tía Irma Coraglio. Ella intercedió con el Capitán Torres, quien hizo una serie de trámites por mi condición de futbolista de primera división. Estuve exactamente 13 días fuera de casa, luego de Río Santiago me mandaron a un lugar en Buenos Aires y de allí mi destino fue el Servicio de Hidrografía Naval, ubicado en Capital Federal, donde pasé 24 meses de mi vida.

El 20 de enero empezaron las prácticas y noté que no le habían renovado el préstamo a Gimnasia y Esgrima La Plata por Hugo Carro, con quien habíamos formado una dupla de fowards excelente. Éramos rápidos y goleadores, pero no se pudo dar la continuidad. Recuerdo que habían pedido nuestro pase Los Andes -que debutaba en Primera después de ganar el campeonato de la B-, Rosario Central y Atlanta. Pero todo quedó igual: Hugo Carro volvió al Lobo y yo seguí en el gran club quilmeño.

Como técnico del primer equipo estaba Pedro Rodríguez, José Santiago al frente del fútbol amateur y Marcelo Sonaglia como preparador físico. Toda buena gente y excelentes profesionales. Se vio el regreso de Horacio Panelo, quien había jugado a préstamo en Chacarita Juniors, y se incorporaron Rivero de Unión de Santa Fe, Bracamonte de Estudiantes de La Plata y Porporatto, Díaz, Villalba y Rinaudo de Rosario Central. Los simpatizantes estaban muy esperanzados en este equipo que mantuvo la base del 60 y se reforzó con buenos jugadores.

Al mismo tiempo se produjo el cambio de Comisión Directiva. Emilio Sciaini, gran persona y mejor presidente, le entregó el club a Amílcar Rosso, quien solicitó colaboración a todos los quilmeños y colocó en la AFA a otro gran tipo: Marcos Budesky.

Gracias a una reunión entre los dirigentes de Tigre, Platense, Nueva Chicago, Banfield, Deportivo Morón y Quilmes se reglamentó un torneo nocturno a disputarse aproximadamente entre el 21 de febrero y el 10 de marzo. En el comienzo de ese hexagonal debutamos ganándole, en cancha de Nueva Chicago, al Deportivo Morón por 3 a 1, con goles de Del Moro, Panelo y Rivero. El quipo formó con: García; Brescia y Doval (Scianca); Villalba, Rinaudo (Nemiña) y Díaz; Coraglio, Panelo, Del Moro, Carreño (Rivero) y Figueroa. Los otros marcadores de la primera fecha fueron Banfield 2-Tigre 1 y Platense 1-Nueva Chicago 1.

Era tanta la esperanza que los hinchas colmaban las instalaciones de todas las canchas en las que jugábamos. En la próxima columna veremos los partidos de Quilmes en este hexagonal que fue un presagio de la vuelta a Primera División A.