Estaba para el cachetazo, cuando apareció el grito salvador. Luego de la apertura del marcador, River se llevó por delante a un Quilmes al que le costó hacer pie. El local tuvo varias para definirlo pero entre los errores de Funes Mori y las atajadas de Trípodi, siguió con vida hasta el final. Hasta que en el minuto 46, Caneo apareció solo por el segundo palo, tras un centro de Raymonda e increíblemente decretó de cabeza el empate. Clink, caja.

Lo ilógico del fútbol permite que cualquier situación inesperada pueda producirse en algún instante del juego. Y eso sucedió en la noche del Estadio Monumental. Un Cervecero que no había pateado al arco en todo el segundo tiempo, se encontró con un gol impensado en el final del partido y termina celebrando con total justicia por un empate que no mereció.

Al menos, por lo visto en el balance general de los noventa minutos de fútbol. Porque si es cierto, que el encuentro tuvo dos caras. Una fue la de la primera etapa, en la que todo resultó más parejo, con un QAC mordedor y atento a cortar los hilos creadores del adversario, aunque limitado en su poder de juego. La poca diferencia que sacó River, fue producto de la capacidad individual de Erik Lamela, un proyecto de crack que empieza a hacerse realidad.

De cualquier manera, las situaciones de gol fueron parejas. Porque, mientras Funes Mori erraba una al rematar cruzado y Trípodi le sacaba un cabezazo, por arriba también llegó la visita, gracias a la aparición sorpresiva de Gioda que frenteó el balón, logrando que pase muy cerca del palo.

Pero en la segunda mitad del juego, todo cambió. El ingreso de Ortega y el gol temprano, permitieron que el local comience a descargar toda su artillería. Y sin haber sido un derroche de fútbol, comenzó a crear innumerables situaciones de peligro, que en su mayoría desbarató el uno cervecero, que también contó con la fortuna de los errores ajenos: Funes Mori tuvo una mala noche y se perdió varias chances claras.

Y cuando a un equipo le das vida...Quilmes poco había podido hacer en todo ese lapso, pero ya con el tiempo cumplido tuvo un balón detenido. Luego de tantas malas ejecuciones, Broggi la tiró bien pasada, y por el segundo palo ingresó solo Caneo, para pegarle con el parietal izquierdo y batir a Carrizo. Increíble.

Mientras en el noventa por ciento del estadio se escuchaba hablar de injusticia, el grupo de 3 mil fieles seguidores ubicados en la bandeja alta visitante, deliraban a puro grito y festejo. No era para menos. El equipo sacó un empate de la galera, dándose un buen espaldarazo anímico para lo que vendrá. Está obligado a mejorar, pero siempre es mejor intentarlo con puntos en el bolsillo.

Foto: TELAM