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Es un club de barrio, como tantos otros que hay desperdigados por la ciudad de Quilmes. Pero el ProPatria además sabe de campeones. Allí se reunieron, asado de por medio, los jugadores de la Selección para festejar el título del 86, con Diego Maradona a la cabeza y Jorge Burruchaga, como anfitrión, por ser vecino del barrio. Y, para continuar por la senda de deportistas exitosos, también fue esta la elección de la familia de Sergio Martínez para juntarse a ver el combate ante Paul Williams.

Cerca de 200 personas, entre familiares y amigos, entre ellos antiguos y actuales boxeadores, se agolparon en el salón del club para vibrar todos unidos con las alternativas de la pelea y enviar a la distancia su apoyo a Maravilla, en un duelo que en la previa se palpitaba como difícil.

Allí, obviamente estaba su mamá Susana, sus hermanos y sus tíos (antiguos entrenadores del actual monarca), pero además dijo presente un fan de Sergio que, para llegar a la institución de la calle Tucumán recorrió nada menos que 3 mil kilómetros. Y el pibe de Río Gallegos tuvo su premio cuando le confirmaron que el Campeón le enviará en agradecimiento las vendas que utilizó en esta defensa.

Es que Sergio es así. Un chico de barrio que, a pesar de la gloria, no se olvida de quien es. Por eso, cuando Max Kellerman lo entrevistó en el ring del Boardwalk Hall de Atlantic City, lo primero que hizo fue destacar que su rival es un grande de la historia del boxeo y fue a saludarlo. Será también por eso, que siempre se acuerda de su ciudad y no deja ocasión de nombrar a Quilmes en transmisiones que dan la vuelta al mundo.

Definitivamente son estos gestos los que demuestran que es un chico más. Que la corona que porta representa que es uno de los más grandes boxeadores del momento… pero que en el día a día no le interesa tener coronita y cuando está de visita abre las puertas de la casa o se pone a charlar en la esquina con quienes se acercan a saludarlo.

Es por eso, que cada vez que pelea todos se reúnen y se abrazan hasta las lágrimas, emocionados, al ver a su hijo, a su hermano… al pibe del barrio que se le planta a los más grandes y que los hace sentir orgullosos y representados.

Luego de la emoción, en la madrugada de un domingo que será recordado por mucho tiempo, ya todo es tranquilidad en el barrio de Quilmes Oeste. Sin embargo, por sus calles aún resuenan los cánticos de “Vamos Campeón, Vamos Campeón”. Es que el humilde ProPatria sabe mucho de estas cosas.