Pegó, aguantó y festejó. Quilmes fue a jugar una verdadera final por el descenso y salió airoso de la cancha de Olimpo. En La batalla de Bahía Blanca, el Cervecero se puso arriba en el arranque con un cabezazo de Danilo Gerlo, después trabajó el partido, por momentos resistió como pudo los embates del rival, pero terminó festejando tres puntos que le dan aire para afrontar con más esperanza la segunda rueda de la temporada.

Era una final, y eso quedó claro desde el comienzo mismo del juego. Porque se luchó más de lo que se jugó. La entrega y el esfuerzo estuvieron por arriba de la claridad y la justeza futbolística. Tanto el QAC como el Aurinegro sabían que los tres puntos tenían un valor especial en este encuentro. Porque se enfrentaban los dos conjuntos peor ubicados en la tabla de los promedios y las urgencias se sentían en la piel.

Y el principal acierto de Quilmes fue saber pegar de entrada. Un buen tiro libre de Gervasio Núñez encontró en la cabeza de Gerlo la eficacia necesaria para ponerse en ventaja en su primer tiro al arco de la noche. Y fue en ese cuarto de hora inicial cuando se vio lo mejor de los dirigidos por Madelón. Presionando, apurando a su adversario e intentando ser profundo. Por eso, contó con algunas situaciones para poder estirar la ventaja (en la más clara, Tombolini le sacó un remate a Gervasio).

Estirando la cancha y con la enjundia que significaba ese mal arranque, Olimpo pudo haber llegado al empate durante el tramo restante del periodo inicial, pero no contaba con la ineficacia de Néstor Bareiro, protagonista de varias de las situaciones desperdiciadas (en una muy clara, remató desviado ante un rebote de Galíndez), y con el error de uno de los asistentes, que no convalidó un correcto tanto convertido por Diego Galván.

En el segundo tiempo, el Cervecero tomó otra postura y salió decidido a trabajar el partido. Parado de contra, aguantó los embates de un elenco local que iba ciego para adelante en busca del empate. Y si bien, la presión sobre el área de Galíndez se mantuvo, las ideas ya no aparecieron y a Olimpo le costó generar verdadero peligro. En cambio, el QAC tuvo algunas claras de contra, que podrían haberle permitido liquidar antes el pleito.

El desgaste y los cambios obligaron a Quilmes a dejar correr el reloj, en medio de un clima crispado de nervios y con roces constantes en cada jugada. Todo esto derivó en que se disputaran siete minutos de descuento. Hasta ese instante tuvo que esperar la visita, que no se cansó de despejar cada uno de los balones que llovieron al área en esos instantes finales.

Y llegó el gran festejo. Por el primer triunfo como visitante; por vencer a un rival directo; por alcanzar los 19 puntos, una marca que parecía imposible hace un mes y medio atrás, y terminar con uno de promedio. Pero principalmente, porque se permite creer en sus posibilidades y se da el gusto de soñar con un semestre mejor, que lo deje en Primera.