Habitual protagonista de estas páginas por sus victorias representando al QAC en la categoría Master, Omar Pineda ya en mayo de 2010 había adelantado a DQ su anhelo, tras haber cumplido el objetivo de cruzar el Nahuel Huapi, de ir a Europa y unir dicho continente con Africa: “voy a partir desde Tarifa, España, hacia cinco posibles ciudades marroquíes que se elijen según las condiciones”. Tiempo más tarde, su constante búsqueda de autosuperación lo llevó a hacer realidad aquel sueño y alcanzar el desafío más grande de su carrera. Exultante, aún en el Viejo Contintente, este incansable atleta de 58 años compartió emocionado su aventura con Deportes En Quilmes.

“El 23 de septiembre quedará por siempre grabado en mi memoria, ya que fue el día en que logré unir Europa con África a través del Estrecho de Gibraltar. A las 8.30 horas, apenas amanecía, me arrojé en Tarifa, con el agua bastante fría, a 17º. En esa zona, a la hora y media, la temperatura sube a 21º para después volver a bajar a 16º”, comienza a relatar Omar en primera persona, para no detenerse más hasta llegar al final de su epopeya:

Por el Estrecho circulan 300 barcos por día y tiene la particularidad que en la pleamar el Océano Atlántico se desplaza hacia el Mediterráneo con una singular fuerza. Eso iba a suceder cerca del mediodía. A las 3.50 horas de nado estaba muy próximo a tocar Punta Pires, la primera de las tres opciones de llegada en Marruecos. Paro para hidratarme y, de repente, no veo más la costa. ¡No podía creerlo! En unos minutos, la entrada del Atlántico me había literalmente barrido hacia dentro unos cuantos kilómetros. Apuntamos a Punta Miras, otro punto de llegada, pero veo como se me escapa, ya que el mar me vuelve a meter para adentro.

Con tripas y corazón entro a bracear con todo. A pesar que los hombros me dolían bastante, más me iba a doler no poder tocar la costa. Tenía la lancha guía adelante en el otro punto de llegada cuando, de la nada, se larga a llover. Cada vez veía más cerca el morro, le daba a pleno pero, cada vez que me acercaba, el reflujo de las olas me sacaba. Así estuve un rato largo: el avance, aunque mínimo, era avance al fin.

El movimiento de las olas llegaba casi a los dos metros y dificultaba alcanzar el morro. Había que tocarlo como fuera y sentarse en las piedras. No fue fácil, pero después de varios intentos pude lograrlo y, luego de 4hs 59’ de nado y recorrer 20 kilómetros, toqué Punta Marsa, en Marruecos. Recién ahí pude relajarme y experimentar una felicidad enorme.