Un primer tiempo para ilusionar y otro para quedarse preocupado. Así se podría describir el paso de Quilmes por La Bombonera. Rápidamente se puso en ventaja, supo controlar el partido durante un primer tiempo donde fue notoriamente superior a su rival. En el segundo regaló mucho protagonismo, Boca afiló las uñas y terminó dándoselo vuelta cerca del cierre. Pero encima, un instante antes del tercer gol, Cauteruccio falló un penal que podría haber sido la sentencia definitiva para el juego. A remar de nuevo…

Increíble por donde se lo mire. Por un lado, porque pese a las dudas que generaba visitar una de las canchas más difíciles del futbol argentino, el Cervecero demostró estar a la altura de las circunstancias, por momentos fue superior a su rival y en algún tramo estaba dando la primera gran sorpresa de la fecha. Por el otro, porque tuvo todo para ganarlo en diferentes tramos del cotejo y así y todo, ni siquiera se trajo una unidad en el bolso.

En sus dos primeras llegadas el QAC pudo dejar la pelota en la red. Primero gracias a un buen centro de Mansilla, en el que Wilfredo Olivera se desprendió de su marca y frenteó el balón para hacer imposible la estirada del arquero. Y enseguida, una buena pelota puesta en profundidad por Cauteruccio, permitió que Cristian Menéndez definiera con mucha sobriedad ante la salida de Orión. Y todavía no habíamos llegado al minuto diez.

Eso desarticuló por completo a un Boca que por momentos se lo notó confundido, con errores a la hora del traslado de la pelota y dando innumerables ventajas en su sector defensivo. Por eso, nada parecía alterar el andar de un sorpresivo Quilmes, hasta que un error por el sector izquierdo dejó solo a Pol Fernández y tras una veloz corrida, sacó un centro rasante que Ervitti conectó para poner el descuento.

Eso abrió el partido de nuevo y le dio más fuerza y ganas al Xeneize para el tramo definitorio. Fue allí cuando comenzó a monopolizar la pelota ante un QAC que prefirió cuidarse al extremo, cediendo todo el protagonismo que había mostrado durante cuarenta y cinco minutos. Y si bien, las ideas no abundaban y la profundidad tampoco, de tanto ir el conjunto de Carlos Bianchi se encontró con el empate: un centro se desvió en Carli y le quedó servido a Burdisso (el peor jugador de la cancha), para poner el empate a metros de la línea de gol.

Parecía que el castillo se le derrumbaba al Cervecero, pero de golpe tuvo la gran oportunidad para definir todo a su favor: falta a Mansilla dentro del área. Penal y expulsión de Caruzzo. Pero al igual que viene sucediendo en la temporada, estas situaciones parecen ser traumantes para Quilmes, que no pudo convertir ninguno de los que ejecutó. Cauteruccio volvió a fallar y le dio vida a un elenco local que en la jugada siguiente, definió el partido con una tremenda volea de Burdisso.

Demasiado poco premio para un conjunto que, en líneas generales, realizó un partido aceptable y demostrando un crecimiento con relación a las últimas jornadas del certamen anterior. Pero frente a los equipos poderosos nunca hay que creer que el partido está ganado antes que pite el árbitro. Esta lección Quilmes la aprendió hace un rato en La Bombonera, de la que se fue con la tristeza y la amargura de un sueño que no pudo ser.