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Por Agustín Monguillot

El viernes 1° de marzo fue un día que entró en la historia del Círculo Universitario de Quilmes: por primera vez en sus 70 años de vida, una delegación del club se fue de gira a Sudáfrica tras varios años de esfuerzo e intentos frustrados. Una experiencia única e inolvidable que me atrevo a relatarles, por haber tenido el enorme placer de haber formado parte de la misma.

Desde que arrancó el micro, la gira ya había empezado para nosotros. Hicimos la foto general, cantamos un poco, nos despedimos de nuestros afectos y nos fuimos hacia Ezeiza. El vuelo fue divertido, tuvimos todas las comodidades: rica comida, películas estreno y juegos que hicieron amena la espera. Eso sumado a la buena predisposición de los aeromozos, al punto que uno de ellos invitó a dos jugadores a su casa de Johannesburgo. Ojo, no sean mal pensados...

Hicimos una escala en la ciudad de nuestro amigable aeromozo, pero no tuvimos tiempo de salir del aeropuerto. No obstante, con unos cánticos nos las ingeniamos para generar la simpatía del resto de los pasajeros. Tanto, que uno sacó les terminó obsequiando 50 pulseras a los muchachos.

Al arribar, nos trasladamos hasta los micros que estaban esperándonos. La valija de nuestro subcapitán Sebastián Sanabria no apareció hasta varios días después. Se ve que le dio ganas de conocer otros países… A la salida, empezó la fiesta con Lulo y la Novia del Tano, la banda del club que reedita viejos clásicos al estilo cachengue. Todo terminó en un trencito general, con pasajeros y empleados del aeropuerto incluidos.

Una vez instalados en el hotel, aprovechamos el día libre para ir a recorrer los alrededores de Ciudad del Cabo. Algunos optamos por conocer Waterfront, algo así como un Puerto Madero, con bares y restaurantes por doquier que lo convierten en un lugar espectacular para los ojos.

Nos levantamos tempranito para ir al gimnasio (esto es una gira deportiva, por si no se dieron cuenta), desayunamos y nos fuimos para Camps Bay, que cuenta con unas playas hermosas. Eso si, meterse al mar era un suicidio porque el agua era más fría que en la costa argentina. Un poco de físico, tarde libre para conocer y armar un picadito playero.

El lunes 4 nos dirigimos al Hamilton Rugby Football Club, el sueño de todo jugador para entrenarse: cancha espectacular y montañas de fondo que lo convierten en un paraíso rugbístico. De yapa, a unos metros estaba el imponente Green Stadium, en el que Argentina quedó eliminada del último Mundial de fútbol ante Alemania. No hace falta recordar el resultado…

Hicimos una breve parada para almorzar en el Cannal Walk, centro comercial que duplica en tamaño a los de nuestro país. Recomendación del profe Julián Rodríguez: pastas. Pero no aguantamos la tentación de la comida chatarra. Más pesados que nunca, fuimos a la primera clínica de rugby. El disertante, Rassie Erasmus, ex Springbok y actual Director de Rugby de la Unión Sudafricana, percibió nuestro estado y optó por hacerla teórica, dado que al día siguiente tendríamos nuestro primer partido.

El primer rival: Saldanha, ubicado a dos horas en micro desde Ciudad del Cabo. Nuestros tres equipos ganaron sus partidos (Primera 12-5, Intermedia 15-10 y Pre-intermedia 22-0), pero nos dieron un anticipo de lo que vendría más adelante: la violencia en el contacto y un estilo de referato que da vía libre a ello. Como recuerdo, el capitán Andrés Caselli dejó un diente en la batalla.

La gente del Lomas Athletic, que también estaban de gira por esos pagos, nos comentó que el Safari sería una experiencia espectacular. Eso hizo que fuéramos con muchas expectativas… y terminamos defraudados. Básicamente, la excursión consistió en recorrer una reserva donde habitan los Big Five: león, elefante, rinoceronte, búfalo y leopardo. Pudimos ver a los tres primeros; el búfalo era muy peligroso y no podíamos acercarnos mucho (solo vimos una mancha a lo lejos) y al leopardo, según nuestro guía, no lo ven desde hace 4 años. Tampoco encontramos al chita, único animal de la reserva que tiene vía libre para cazar.

Por unos días, abandonamos Cape Town y nos fuimos para Mossel Bay, un típico pueblito pesquero. Nos hospedamos en Point Village, un hotel frente al mar con distintos departamentos. El lugar ofrecía mucho para hacer. Primero, fuimos a las Cango Caves, una de las excursiones que más nos impactó con sus 20 millones de años de existencia. Allí hicimos el Adventure Tour, donde se deben atravesar una serie de pasadizos que se vuelven cada más estrechos, al punto de alcanzar tan sólo los 27 centímetros de ancho. Así fue como empezaron las deserciones, sobre todo del lado de los más gorditos, que tuvieron miedo de quedarse atrapados en las piedras. No fueron los únicos, otros exhibieron síntomas de pseudo-claustrofobia… Para que no pasen vergüenza, sus nombres serán reservados.

Hubo un día en el que cada uno pudo elegir la actividad que quisiera. Un grupo fue a surfear, otro se fue de pesca y consiguió la cena, con tiburones en el menú. Otros elegimos tirarnos en Bungee Jumping desde un puente de 216 metros que está registrado como el salto más alto en los Record Guiness. Esa misma noche, comimos en The Viking, restaurante de comida de mar con un dueño muy gentil que nos dejó disfrutar de un increíble recital de Lulo, cantando y bailando arriba de las mesas, como si se tratara del quincho de nuestro club.

Volvimos a Ciudad del Cabo para instalarnos en un nuevo hotel. Dejamos las valijas y encaramos al Newslands Stadium para ver el partido de Super Rugby entre los Stormers y Chiefs. Esa liga es reconocida por ofrecer un rugby vistoso y el partido hizo honor a tal fama. Ganaron los Stormers por 36 a 34 en ochenta minutos vibrantes. También fuimos testigos de la lesión en una de sus rodillas de Brian Habana (figura de los Springboks campeones de la RWC 2007), que lo dejó afuera por el resto de la temporada. Mientras tanto, divididos en dos grupos nos ubicamos en sectores opuestos, uno enfrente del otro. Les enseñamos a los supporters algunas canciones típicas de cancha y nos la pasamos llamando la atención, para ser enfocados en la pantalla gigante. Al finalizar el partido, abrieron las puertas y pudimos ingresar al campo para tomarnos unas imágenes. Una postal de nuestra gira, en una de las catedrales del rugby sudafricano.

También tuvimos tiempo para visitar el Cabo de la Buena Esperanza para la típica foto turística y asistir a nuestra segunda charla con otro ex Springbok y ahora coach de los Stormers, Allister Coetzee. Al final, hubo intercambio de remeras, detalle fríamente calculado por nuestro entrenador Martín Jauma.

El último día para muchos de nosotros consistió en visitar la célebre Robben Island, lugar donde se encuentra la prisión que funcionó en tiempos del Apartheid y en la que Nelson Mandela estuvo encarcelado durante 18 años. Luego, visitamos el Green Market para comprar artesanías, donde varios se destacaron por increíble capacidad para regatear.

Nos fuimos disparando para el Franschhoek High School a disputar los últimos partidos de la gira. Si los primeros habían sido ásperos, estos fueron una guerra. Grescas continuas y la falta de control del árbitro hicieron parecer por momentos a una lucha grecorromana. No nos dejamos amedrentar, la Primera ganó 14-0 y la Inter 17-12. La Pre, que presentó equipos diferentes en cada tiempo, cayó por 35-0.

Salimos volando para el hotel porque la mayoría aún debíamos hacer el bolso. En la madrugada sudafricana despegó el avión que se llevó a la primera parte de la delegaciónEl resto pudo disfrutar de dos días más de descanso para recorrer y comprar más regalos.

Gracias a las gestiones de los managers Daniel Sambi, Sergio Iribarne y Juan Perozzi, fue una gira única, histórica y sobre todo exitosa. Así se cerraron años de esfuerzos de todos los que integramos el CUQ. Fuimos noventa, pero estuvimos todos. Conseguimos que Sudáfrica 2013 dejara de ser un deseo, para convertirse en una experiencia inolvidable.