Cuarta visita consecutiva y cuarta victoria de Arsenal en el Estadio Centenario. Indudablemente, se tratar de uno de los karmas futbolísticos de este tiempo para Quilmes. Más allá de eso, esta tarde el resultado poco tuvo que ver con la historia y sí mucho más con la realidad de lo visto dentro del campo de juego: los dirigidos por Alfaro maniataron al QAC, lo incomodaron, pegaron en un momento clave y después podrían haber definido el partido de contra, ante las innumerables situaciones con las que contó. Para el QAC, un nuevo llamado de atención ante el bajón colectivo y la falta de ideas para poder revertir el trámite del juego.

Conociendo la idea que viene respetando su entrenador en este arranque de temporada, daba la sensación que iba a ser el Cervecero quien se mostrara más agresivo desde el comienzo del juego. Pero en un principio la historia fue distinta. Los del Viaducto apretaron bien en la salida del local, cortaron su circuito de juego con la pelota, fueron punzantes y metieron varios sofocones. Inclusive, alguna situación muy clara, como la que tuvo Furch (errático con el arco toda la tarde), que esquivó al arquero pero su remate terminó dando en la base del palo.

A Quilmes le costó reaccionar, pero finalmente lo hizo. Trabajando mejor por la banda derecha, Abecasis, Telechea y Caneo unieron sus fuerzas y comenzó a ganar en precisión y peligro. Primero fue un cabezazo de Boghossian y luego una buena jugada colectiva, que Tele terminó con un disparo por arriba del travesaño, dejaba a la vista que el panorama se había igualado.

Pero cuando la cosa estaba más pareja, Arsenal metió el estiletazo: gran ejecución de un tiro libre por parte de Rolle, que colocó el balón contra el palo izquierdo de Peratta. Se acababa la primera parte y era un volver a empezar para los de Vivas, que tenían tiempo de sobra para intentar cambiar la historia.

Pero en el segundo tiempo, el equipo chocó contra su incapacidad, la falta de conducción, el poco peso cerca del área contraria y, si bien tuvo mucho tiempo la pelota en su poder, poco pudo generar cerca del arco de Campestrini (apenas una media vuelta de Boghossian y algún remate de media distancia). En cambio, lo de los de Sarandí fue totalmente contrario: con campo y espacios tuvo varias oportunidades claras para estirar la distancia y liquidar el cotejo. La falta de inspiración propia y la buena tarea de Peratta (la figura del QAC) lo obligaron a tener que luchar hasta la última pelota.

Los cambios solo sirvieron para mostrar más de lo mismo en un Quilmes que tendrá que volver a replantearse ciertas cuestiones a futuro. Por ejemplo, que no puede jugar de la misma manera ante todos los rivales. Hoy Arsenal le sacó la ficha y le terminó ganando merecidamente. Otra vez, por más dolorosa que sea la historia.