Dos equipos que dejaron sus debilidades a la vista de todos, un partido que tuvo cortes constantes, golpes al árbitro, encontronazos en la tribuna, enojos con la policía y hasta… ¡gases lacrimógenos que hicieron caer las lágrimas de más de uno! En el medio, un primer tiempo de terror, un segundo en el Quilmes arrancó mejor pero en el que rápidamente tomó una postura defensiva al quedarse con un hombre menos y que, en medio de un eterno tiempo de adición, River terminó empatando casi de casualidad, con todas sus carencias a cuestas. Poco para poder celebrar en el cierre del año.

Noche accidentada en el Centenario. Mil y un contratiempos desdibujaron por completo un encuentro que no tuvo demasiadas luces y que permite entender el porqué de la posición final de Cerveceros y Millonarios en este campeonato. Permanentes cortes incidieron en un trámite que no mostró demasiadas emociones, pero que al local lo dejó con el sinsabor de no haber podido quedarse con un triunfo necesario a pocos minutos del cierre.

En medio de un primer tiempo para el olvido, lo más interesante (lamentablemente) fue el primer corte que sufrió el encuentro. En medio de la discusión por una infracción no cobrada por el árbitro, desde la platea partió una botella plásticas que terminó impactando en el hombro izquierdo de Germán Delfino. Eso alteró el momento, pero no permitió que los equipos se enchufen dentro del campo. Apenas un remate de media distancia de Funes Mori que dio en el travesaño y un buscapié que Driussi no pudo mandar a la red entre lo poco atractivo.

El segundo comenzó muy bien para Quilmes. Con mucho ímpetu, en la primera que tuvo la mandó a la red: corner de la derecha, la baja Lema y Pérez Godoy que completa para hacer valer la frase que dice que dos cabezazos en el área son gol. Enseguida tuvo otra que Diz se perdió bajo el arco, pero cuando estaba en su mejor momento, llegó la jugada que marcaría el resto del juego: Teo Gutiérrez fue vivo para exagerar ante un contacto de Lema, que terminó viendo la roja.

Faltaban cuarenta minutos aún, pero Giunta ya tenía decidido como planeaba jugarlo: equipo corto, bien abloqueado atrás y si podía metía algún contraataque. Esta situación desnudó por completo las carencias del River actual: jugó al ritmo que quiso el local, se empecinó a chocar yendo por el medio y apenas tuvo un cabezazo de Pezzela y otra mala definición de Driussi debajo del arco para igualar.

Pero el partido tenía guardado otros condimentos. Primero fuegos artificiales, que les sirvió a los hinchas para celebrar su amor por la camiseta, pero a la vez afearon el espectáculo. Un rato más tarde, gases de la policía alteraron a la hincha ubicada en la cabecera norte y el campo quedó invadido por policías durante diez minutos. Entonces el encentro se extendió, el juez dio dieciocho minutos de descuento y en medio de tanto ir, los dirigidos por Ramón Díaz llegaron al empate cuando la historia expiraba, gracias a un buen derechazo de Carbonero, al que la pelota le quedó de casualidad dentro del área.

En síntesis, un cierre de año que no permitió demasiadas sonrisas ni festejos. Los jugadores debieron huir despavoridos ante los delincuentes que entraron a robarle las camisetas, ensuciando la última imagen dentro del Centenario por este año. Quedará bastante tiempo para la reflexión, el análisis y una urgente necesidad que la historia mejore, tanto dentro como fuera de la cancha.