Más allá de las lógicas desventajas que este Quilmes tenía de antemano para enfrentar a un mix titular de Lanús, queda claro que el equipo dirigido por Caruso Lombardi ayudó para complicarse la vida solo. Porque se dedicó a cuidar el cero en su arco, tuvo poco tiempo la pelota y su rival, a pesar de mostrar un funcionamiento alejado del ideal, dominó las acciones y lo terminó quebrando cerca del final. En desventaja, el Cervecero reaccionó y pudo haberlo igualado…pero fue muy tarde. Quedó muy complicado en la tabla del descenso.

No hay caso, no le encuentra la vuelta. Las apuestas del entrenador se topan con las dificultades individuales de un plantel al que no le sobra nada y lo paga caro, sobre todo, ante un propuesta repetida jugando como visitante ente rivales que técnica y colectivamente son superiores.

Porque está claro que esta es la misma idea que el QAC salió a hacer frente a San Lorenzo, solo que en aquel momento consiguió generarle alguna llegada más clara a su rival cuando el partido estaba en igualado. En la Fortaleza granate, el planteo fue exclusivamente cerrarle los caminos al local y apostar a una salida veloz a través del contraataque. Pero la incapacidad para aguantar la pelota de parte de los delanteros, no contribuyó para que el visitante llegue a pisar con peligro el área rival.

Del otro lado, el mérito de Lanús fue no volverse loco pese a haber chocado con el murallón que propuso su adversario. Siendo dominador absoluto de las situaciones, era cuestión de esperar la oportunidad o simplemente aprovechar un error rival. En el primero (pase atrás mal dado de Garnier), Pereyra Díaz terminó levantando el remate muy alto, casi mano a mano con Dulcich). Pero en la siguiente, cuando Romero con una dolencia no pudo correr un balón en la mitad de la cancha, llegó un centro desde la derecha preciso a la cabeza del mismo delantero, que esta vez no falló.

A partir de ahí, entre la desesperación por tratar de empatar y la falta de capacidades, Quilmes se chocó más con su propia impotencia que con las virtudes del local para ir por más. Pero más allá de eso, contó con dos claras de Telechea: una después de un centro, en la que el delantero le dio al travesaño y unos instantes después, sacó un latigazo cruzado que Marchesín sacó magníficamente al corner.

Y nada más. Fue lo último o lo único. El Cervecero no se atrevió a más y recién tuvo que esperar hasta el cierre para poder soñar con un gol propio. Pero encima, no logró ni el objetivo de mínima, se fue con la derrota y cada vez más preocupado. Claro, a esta altura parece casi imposible imaginarse una salvación que se sigue alejando.