Pintaba feo el sábado 21 de febrero, el Sudeste soplaba fuerte y la ciudad encapotada invitaba a quedarse en casa. Sin embargo, para Federico y Edgardo Gallardo era el día ideal. Padre e hijo decidieron entonces aprovechar el viento para realizar windsurf en la Ribera, pero al ver la fuerza de las olas, volvieron a su hogar en Wilde a cambiar de tabla… a los pocos minutos, y para sorpresa de los testigos presentes, Federico se convirtió en la primera persona que logró hacer surf en la costa quilmeña. “Era una linda tormenta”, rememora. Sí, la tormenta perfecta.

“Somos muy acuáticos, mi viejo es buzo y hace windsurf. Siempre nos gustaron las olas, siempre estamos en el mar. Surfeo desde 2000, dándome palos en Mar del Plata, mejorando de a poco. El verano es una etapa muy corta, por eso cuando se puede ir se va”, se introduce a si mismo Federico, un pibe de 19 años y dos metros de altura.

- Pero “La Felíz” queda lejos… ¿cómo fue que ese día terminaste cumpliendo el sueño de tantos surfistas?

- Estamos viniendo seguido al río porque mi papá me está ensañando windsurf. Es una zona muy linda que, aunque quizá perdió un poco la mística de cuando era un balneario importante, está renaciendo. Entonces, ese día llegamos y dijimos: “parece que hay olas, se pueden agarrar” y como somos de hacer locuras nos metimos a ver que pasaba. No estuvo planeado. Cuando comprobamos la fuerza que tenían nos fuimos corriendo a buscar las tablas.

- ¿Por qué optaste por un funboard?

- En el río te hundís más al no tener la sal que tiene el mar. Por eso el funboard: tiene mayor flotabilidad, buena navegación y te permite moverte un poco. Le pusé Blem abajo para que se deslicé más y me sirvió.

- Igualmente, más allá de la tabla, no debe ser fácil poder correr una ola en el Río…

- Tuve que remar fuerte y que la ola agarre un poco de inercia y empalme con su fuerza centrífuga, cosa que ayuda para poder agarrarla sin necesitar la rompiente típica que se ve en la costa atlántica. Eran medio raras, sin linda forma, pero con fuerza y alrededor de un metro de altura. Imaginate que si me podían llevar a mí que peso cien kilos tenían que ser potentes. Había que jugar un poco con como rebotaban contra las escalinata ¡y en cuanto agarré una quería correr todas! Era una linda tormenta con una ola surfeable.

- ¿Cómo reaccionó la gente cuando te vieron haciendo algo que no es para nada habitual en la Ribera?

- Era un poco como ir contra la corriente. Haciendo surf entre todos los windsurfistas y kiters, al principio parecía sapo de otro pozo, pero cuando me vieron que agarré un par se fueron acercando y hubo buena onda. Hasta nos contaron que enfrente del Club Náutico hay una ola más fuerte todavía, pero ya es más peligroso y habría que pedir permiso al club.

- ¿Y a partir de ahora qué?

- ¡Habrá que esperar que sople Sudeste con un poco de Pampero para que le dé forma! Además, vamos a enviar una carta al Intendente para proponer armar un banco artificial. No sería peligroso porque estaría cerca de la escalinata y se transformaría en una atracción más. Imaginate lo bueno que sería si se pudiera armar una movida así en Quilmes: poder hacer surf en el río, algo que no se da y es el sueño de todo surfista de Buenos Aires.

- Sueño que vos ya cumpliste…

- Sí, fue una experiencia buena, sentir que estás dominando un poco la naturaleza, y si bien no fue algo extremo, es algo raro que no se vió nunca: ¡Estuve surfando a 10 minutos por autopista del Obelisco!