Las gargantas terminaron rojas en la noche del Estadio Centenario. Con más actitud y ganas que inteligencia y juego, Quilmes consiguió llevarse por delante a Estudiantes en el segundo tiempo y eso tuvo su premio en los últimos instantes del partido: una corajeada de Quilez y una definición, después de mil enganches y con mucho suspenso de Cauteruccio, le dieron una importante victoria agónica sobre Estudiantes. Con estos tres puntos, el equipo se aseguró mantenerse afuera de la zona de descenso por una semana más y dar señales de vida en un momento difícil de la temporada.

A sufrimiento puro. Así fue la jornada vivida en el estadio cervecero, como serán cada una de las presentaciones de acá hasta que se defina la historia entre aquellos que pelean por asegurarse un año más en la divisional. Y en medio de un encuentro parejo, con más errores que virtudes de ambos lados, los tres puntos quedaron para el QAC solo por ser perseverante y buscarlo hasta el final, a partir de sentirse más protagonista de las acciones en el tramo definitorio del juego.

Todo comenzó con un cotejo anodino, en el que se prestaban la pelota. Estudiantes intentaba atacar más en bloque, pero no tenía profundidad y solo inquietó a partir de un par de envíos de pelota quieta (en la más clara, Trípodi le sacó un cabezazo a quemarropa del Chavo Desabato). En cambio, los dirigidos por De Felippe volvían a caer en los errores de los últimos encuentros en su estadio y terminaba siempre en pelotazos para un solitario Cauteruccio. En la única clara: increíblemente el árbitro anuló un golazo de cabeza de Lema, por un supuesto empujón que solo él observó.

Por eso, las situaciones de gol escasearon bastante, principalmente en ese tramo inicial. Pero después del descanso, Quilmes cambió el chip y salió más decidido. Peleando cada pelota, desdoblándose en el esfuerzo, así el equipo comenzó a maquillar algunas carencias en su nivel futbolístico, al punto de llevárselo por delante a un rival que ya apostaba ala polenta ofensiva del colombiano Duvan Zapata.

Llovieron los centros y los balones en el área pincha, pero la seguridad de Rulli y la poca precisión del local, hacía pasar los minutos sin alterar el resultado. Y encima, en una desatención defensiva, Zapata quedó solo, obligando a Trípodi a salir a achicar, la pelota derivó en el ingresado Auzqui, que en un débil remate hizo rebotar la pelota en la base del palo. Pero la suerte estaba del lado del Cervecero…

Porque Quilez, de buen partido, se la jugó en otra corrida, se vio beneficiado por un rebote y mandó un centro para dejar a Caute de cara al gol. El uruguayo se demoró una eternidad, pero luego de varios enganches mandó la pelota a la red, provocando el delirio total.

Faltaban dos minutos y solo era cuestión de aguantar la ventaja. Pese a los nervios, logró evitar el peligro e inclusive pudo haber convertido el segundo con un remate de Martínez que reventó el palo. Y llegó el silbatazo de Trucco (de mal arbitraje) para hacer realidad un triunfo que fue festejado como un campeonato. Porque permite respirar en medio de tanta pálida y le da aire para seguir soñando con lograr el objetivo.