Es la tierra del juego y las apuestas, la histórica zona del mítico Rat Pack de Frank Sinatra, pero, por una jornada, Las Vegas fue también el punto de encuentro de los mejores triatletas del planeta. Allí, en esa árida ciudad estadounidense, el 8 de septiembre se disputó el campeonato Mundial de Iroman 70.3 Millas y, poniéndole el cuerpo a tremendo desafío a través del desierto, estuvo el quilmeño Juan Ignacio Diano. Habiendo logrado estar a la altura de una prueba de nivel internacional, el atleta le relata a su regreso esta gran experiencia a DQ.

Diano -triatleta desde 2004- se ganó un lugar en esta relevante competencia en agosto del año pasado, en el Medio Iroman (o Iroman 70.3 millas) de Pena, en Brasil, donde cerró una interesante participación con un tiempo de 4,44 horas. Para el quilmeño de 31 años, su incursión en Las Vegas -en la cual culminó en la posición 150 de su categoría, con una marca de 5,15 horas- significó la carrera de mayor exigencia dentro de su currículum. Por ello, llevó adelante durante largos meses un duro plan de entrenamiento para llegar en optimas condiciones a la largada.

- ¿Quedaste conforme con tu rendimiento?

- Sí, quedé muy contento, aunque el tiempo final no fue el que esperaba. Sabía que iba a ser una carrera muy dura por el clima y el terreno.

- ¿Cuánto te complicó tu plan el calor del desierto?

- Llovió sin parar desde el comienzo hasta los últimos 10 kilómetros de los 90 de bici. Esto hizo que, hasta ese momento, no hiciera mucho calor pero, cuando paró, automáticamente salió un sol terrible que levantó la temperatura y la humedad haciendo durísima la media maratón. Es difícil entrenar en invierno para competir en verano, sumado a que el terreno nuestro es llano y ahí eran todas subidas y bajadas haciendo que la bicicleta fuera interminable. Encima, como para que haya un ingrediente más, ese aguacero intenso hizo que fueras tensionado mientras pedaleabas.

- ¿Cómo viviste la experiencia de competir en una prueba de nivel mundial?

- Fue muy lindo. Había gente de todo el mundo. Existía una mezcla de costumbres e idiomas muy divertida, pero todos unidos por la misma locura que hacía que a las 5 de la mañana, todavía en plena noche, estuviéramos abajo de la lluvia esperando para empezar a nadar. Disfruté cada momento. No es fácil llegar a competir afuera, los costos son altos y hay que trabajar mucho para conseguir el dinero. A esto sumale morirse de frío todo el invierno para llegar de la mejor manera. Hay que preparar bien la cabeza para afrontar estas situaciones. Por eso lo viví con mucha emoción y ansiedad de principio a fin.

- ¿Fue tal cual como te lo imaginabas?

- Totalmente, desde la organización hasta la dureza de la prueba ¡aunque me habían dicho que llovía solo tres veces al año!

- ¿Cuáles serán tus próximos desafíos?

- Lo que viene es competir en la temporada de verano en nuestro país, tratando de hacerlo de lo mejor manera: disfrutando de la actividad y compartiendo el deporte, que es lo más lindo que tenemos.