Increíblemente, todo aquello que Quilmes fue cimentando a lo largo de sesenta minutos, se vino abajo en una jugada. Una sola oportunidad de gol le bastó a Olimpo para quedarse con los tres puntos valiosos que había en juego en esta tarde-noche de sábado en el Centenario, pese a que los dirigidos por Caruso Lombardi hicieron méritos suficientes como para no irse derrotados. Después del tanto de Valencia, el equipo sintió el golpe y nunca reaccionó. Con este resultado quedó al borde del descenso.

Si en el fútbol existieran golpes de nocaut, hoy el QAC habría recibido una de esos. La derrota terminó siendo un piñazo en la cara muy fuerte para el equipo, de cara a lo que resta por jugar en la temporada. Porque enfrente estaba un rival que pelea por lo mismo, porque cayó sin merecerlo, porque otros conjuntos pueden aprovecharse para sacarte distancia en esta fecha y porque las oportunidades de sumar se acortan.

Más allá de tratarse de un compromiso en lo que había mucho en juego y el miedo de perder se instaló de antemano, el Cervecero tomó las riendas del protagonismo y fue el único que miró con decisión al arco rival. Al punto de contar con las chances de gol más claras de la primera mitad: un cabezazo de Lema por el segundo palo, que fue despejado sobre la línea, otro de Suárez que contuvo Champagne en dos tiempos y la mejor de todas, un disparo de Braña que dio en la base del palo y en el rebote lo encontró a Caneo en offside.

Mientras tanto, Olimpo se debatía entre la misión de obstaculizar al adversario y cerrarle los caminos al arco propio y la capacidad de sus hombres más peligrosos para hacer alguna diferencia en los últimos metros. Esto último se dio cuando Quilmes volvía a molestar con algunos centros, pero llegó una contra y Lugüercio (después de tocar el balón con la mano) cedió la pelota para el Trencito Valencia, que con una apilada, se llevó a la rastra a sus marcadores y con un disparo cruzado y bajo, clavó el balón contra el palo derecho de Benítez.

A partir de ahí, la cabeza, los nervios, la irascibilidad dentro y fuera de la cancha con un árbitro demasiado celoso con detalles menores (los laterales por ejemplo) pero permisivo con el tiempo que se tomaban en el visitante cada vez que tenían que dar juego a un balón detenido. Por eso, el partido ya no lo fue, los bahienses podrían haberlo liquidado en la única opción que tuvo ese tramo (Benítez le tapó el mano a mano a Valencia), pero principalmente defendieron con uñas y dientes un triunfo que prácticamente los deja en Primera.

Para el Cervecero, la sensación que le deja la jornada es totalmente opuesta. Una nueva derrota como local (la quinta en el año) lo deja al borde del descenso y casi sin salvación. Lo dijo el entrenador “este equipo parece estar predestinado a descender”. Quizás esté en lo cierto, aunque la realidad duela demasiado.