Por Mane Klasesmeier (*)

Seguramente aquellos que hacen zapping televisivo en altas horas de la noche habrán descubierto las desdichadas historias que nos muestran esas ignotas iglesias brasileras, esos relatos de esas sufridas mujeres que se desgañitan en un mar de lágrimas, contándonos como el marido las engaña, el jefe las maltrata, los hijos no le dan minima pelota y hasta el delivery le entrega la pizza fría. Todo eso es mínimo en comparación al sufrimiento que padeció el hincha cervecero en este campeonato.

Nuestro ciclotímico equipo hizo que los hinchas pasáramos de preparar las serpentinas, las cornetas y las banderas a arrancarnos los pelos y pensar que habíamos hecho para padecer este sufrimiento.

Se arranco el campeonato con el Chaucha Bianco, quien priorizó una buena defensa pero le falto buena circulación de pelota. Así y todo enhebró una buena racha de triunfos. Una excelente preparación física hizo que el equipo diera vuelta partidos en los cuales arrancaba perdiendo, pero cuando parecía alcanzar el summun del desempeño, con una tripleta de victorias coronada con goleada a la CAI, el equipo tuvo un decepcionante sprint final, que llevó a que nuestros ansiosos dirigentes le indicaran presurosos la puerta de salida al DT.

Ahí entra en escena Vitrola Ghiso, que llegó con un discurso lleno de futbol ofensivo y buen juego. Todo lo prometido quedó en eso, un par de goleadas en contra en la pretemporada, convenció a nuestros iluminados conductores de gastar todos los billetes en Miguel Caneo, quien volvería a Quilmes luego de un excelente paso por el futbol colombiano, y se convertiría así en el conductor que se estaba buscando.

Un trío de victorias, especialmente las logradas en Mar del Plata y Jujuy, hacían nuevamente ilusionar al hincha cervecero, pero este bipolar equipo volvería a caer de local, vapuleado por un mediocre conjunto de Atlético Rafaela. Cuando el ánimo de los fanáticos andaba por el piso, sorpresivamente el team cervecero consume una serie de victorias, una brochette de candidatos al titulo. San Martín de San Juan, Olimpo e Instituto, cayeron abatidos uno a uno ante los indescifrables planteos de Ghiso.

La punta en soledad, permiten los banderazos y las caravanas, pero una nueva vez más la esperanza cae rota a la vuelta de la esquina: las formaciones ultradefensivas que presenta nuestro DT, hacen que los antiguos planteos tácticos de Bianco parezcan similares a los de Telé Santana.

Vitrola coloca un solo delantero y la hinchada explota, cuando de local apenas se empata con Independiente Rivadavia y se pierde con Ferro, pero la fortuna estaba de nuestro lado y nuestros perseguidores caen sucesivamente derrotados en Jujuy y Tucumán y nos otorgan la última chance.

Nuestros verdugos cordobeses se cruzarían en nuestro destino para amargarnos la fiesta una vez más, pero gracias a Dios vendrían sin ánimo de arruinar el festejo de los restos de un equipo que, a esta altura, tenía una carencia de gol absoluta. Tal es así, que en los últimos cuatro partidos solo convirtió un gol de penal (Caneo a Platense).Este año no hubo zurdazo histórico como el de Gaspari en el 78, ni tiro libre de la Tortuga Gómez como el 91, ni tampoco un cabezazo salvador como el de Alayes en el 2003… la última imagen del ascenso serían los exagerados gestos del inefable Lunati, para dar por terminado el partido a los 45 clavados.

Por todo esto, no me quiero olvidar de alguien quien siempre estuvo, alguien al que el hincha de Quilmes siempre se encomendó. Sí, ese que estuvo en todos lados, aún en los lugares que ningún mortal llega, ese que cuando todo parecía perdido nos daba esa luz de esperanza, ese que muchos dudaban de su grandeza, pero nos demostró su inmensidad. Por eso, gracias San Trípodi, gracias, muchas gracias por esta inmensa alegría que le diste a todo el pueblo cervecero.

(*) Hincha y recopilador de la historia del QAC