Quilmes jugó su mejor partido en el campeonato, pero así y todo no pudo con Arsenal, que faltando diez minutos aprovechó una pelota parada y con un cabezazo de Pablo Aguilar le ganó el partido en el Estadio Centenario. El equipo no mereció perder, pero sigue último en la tabla y cada vez más complicado con el promedio. La continuidad de Tocalli cada vez está más en duda.

No hay caso, no hay forma. Ni aquellos partidos en los que no lo merece, el conjunto cervecero termina zafando. Está vez, mejoró en el trato con la pelota, mostró alternativas para llegar al arco contrario, y sin hacer un encuentro brillante, fue superior a un conjunto de Sarandí, que en los papeles parecía el mejor de los dos.

Los cambios tácticos favorecieron a un Cervecero que con dos delanteros, fue más profundo y contó con mayor cantidad de situaciones de peligro que en la gran mayoría de los juegos que había disputado hasta aquí. Mejoró la distribución, que pese a algunas falencias ayudó a una mejor generación de fútbol, pero falló largamente en la concreción. El equipos e desvaneció cada vez que piso el área contraria y eso terminaría siendo determinante en el marcador.

Es que, el de Alfaro es un equipo que no regala nada y que aún jugando mal no se entrega, y sabe explotar sus virtudes. Por eso, Leguizamón fue vital en el segundo tiempo para tener la pelota y a través de una envío parado, pudo desnivelar: un buen centro cerrado de Adrián González, favoreció a la entrada de Pablo Aguilar, que de cabeza sentenció el marcador dentro del área chica y cuando ya faltaba bastante poco para el final.

A esa altura, no había hincha que no maldiciera el momento que vive el equipo. Porque, aún con sus carencias a cuestas, el QAC lo tuvo con un pelotazo de Aránguiz que dio en el travesaño, un cabezazo de Fontanini que Campestrini sacó por sobre el travesaño y una acción de Raymonda que atorado por el arquero, remató por lo alto. Además, en la jugada previa al gol de la visita, el uruguayo Varela demoró su remate dentro del área y fue tapado por un futbolista de la visita.

El tramo final fue todo caos y confusión. La misma en la que está metido Quilmes después de este resultado. Una derrota más, que hunde de manera estrepitosa cualquier sensación de crecimiento, que frustra y condena. Pero, principalmente, que no permite creer que el sueño de un futuro mejor sea posible.