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El mítico presentador de boxeo Michael Buffer ya había lanzado su frase registrada: “Lets get ready to rumbleeeeee!”. Allí, en el ring del Foxwoods Resort Casino de Connecticut, la cámara enfocaba para todo el mundo el rostro sereno de Sergio Maravilla Martínez en los instantes previos a enfrentar a Sergei Dzinziruk. A muchos miles de kilómetros, familiares y amigos del púgil quilmeño explotaban en cantos de aliento para el héroe local. Es una tradición, un rito sagrado, que se repite sin excepción ante cada nuevo combate.

La casa de la mamá de Sergio, Susana, volvió a abrir sus puertas para hacer el aguante. Entre pizzas caseras y empanadas fritas, hermanos, primos, tíos, antiguos compañeros de entrenamiento, amigos, vecinos y dos cronistas de este diario, esperaban ansiosos que culminaran las preliminares. Hasta el Loco René Omar Houseman, ese atrevido puntero derecho campeón del mundo en 1978, se sumó a la celebración. Nadie sabe bien cómo llegó. “Que es un conocido… un conocido de un conocido”, decían algunos. Lo cierto es que en el aire se sentía los nervios contenidos hasta transformarse en algarabía al ver a Maravilla salir a escena. De ahí el festejo al canoso locutor norteamericano. De ahí los interminables abrazos y gritos de “dale campeón, dale campeón” al ver caer por quinta vez al ucraniano y al árbitro indicando una nueva victoria del quilmeño.

“Para mí no es el ídolo, para mí sigue siendo Sergio -se emociona Susana-. Yo veo un chiquito que está subiendo cada vez más y ganándose la vida, pero no lo veo como campeón, como el número uno… para mí es Sergio nada más. Cuando le cortaron el ojo yo quería ir a curarlo. Para mí no es Maravilla, sino el mismo chiquito de siempre. No es el boxeador, es mi hijo”.

- ¿Qué siente después de esta pelea?

- Mucha satisfacción y tranquilidad. Se disfruta mucho. Me muero de ganas de abrazarlo, besarlo y decirle “Hola hijito, que bien que estuviste, qué grande que estás” y transmitirle todo lo que dice la gente, de las cosas importantes que está consiguiendo.

- ¿Se sigue sufriendo cada nueva presentación?

- Más que antes, porque ahora los rivales son más exigentes y las peleas más duras. Los retadores son más fuertes, entonces sin dudas que te dan muchos nervios.

- ¿Ayuda a pasar esos nervios esta tradición de juntarse con la familia y los amigos para ver las peleas?

- ¡Totalmente! Me siento tan respaldada que en ese momento me olvido. Sufro una semana, diez días antes… pero al momento que llega la familia y los amigos me tranquilizo.

Una vez más, el rito sagrado, volvió a cumplir su objetivo.