El Cervecero no pudo. Lanús se encargó de desnudar fácilmente todas las dificultades que presenta este Quilmes. En un partido que se abrió a partir de una decisión polémica de Pittana, y de un minuto de furia de la visita y de desconcentración local, el Granate sacó la ventaja que le permitió sacar chapa en el partido. Los dirigidos por Quattrocchi intentaron dar vuelta la historia en el tramo complementario, pero el equipo se entregó ante la mayor calidad del rival y terminó la noche hundido por un presente complicado y un panorama futuro muy poco alentador.

A pesar de haberlo peleado durante gran parte de la parte inicial, al QAC siempre le quedó incomodo el partido. Con una mayor tenencia y un mejor trato de pelota, el Granate siempre fue protagonista de las acciones, aunque le costó encontrar profundidad durante un buen rato, más allá de hacer mover un poco al arquero con algún o remate de larga distancia. En medio de ese panorama, el local apostaba a cualquiera de los arranques del Pitu González y/o a algún balón detenido.

Todo hacía suponer que al descanso llegarían sin haberse sometido, pero apareció la mano del árbitro que, parece haberse apresurado al señalar un penal en el área cervecera por una supuesta mano de Suárez que pareció casual. Romero lo transformó en gol y enseguida el partido vivió su minuto de furia: Quilmes se desconectó y unos segundos más tarde, los dirigidos por Guillermo lo aprovecharon con superioridad de hombres en ataque, un disparo que contuvo a medias el arquero, pero que Cabral se lo llevó por delante para mandarlo a la red.

Demasiado cuesta arriba se les volvió el juego a los de Quattrocchi, que pese a los cambios, cierta rebeldía y más ímpetu y ganas que fútbol, tuvieron situaciones esporádicas pero claras para poder convertir. Aunque en grandes pasajes de la segunda mitad selo vio casi con los brazos caídos, entregado mansamente a las circunstancias y hasta asumiéndose inferior. Por eso, Lanús por momentos se floreó y contó con ocasiones clarísimas para definir la historia, que en gran medida no fueron posible por la buena actuación de Dulcich.

Los últimos minutos fueron a puro cantico popular, que ante la impotencia generalizada cantó por los colores, tratando de abstraerse del duro presente deportivo que vive el equipo. La sensación es que Quilmes está en punto muerto y que le va a costar mucho poder dejar atrás este momento. Y para colmo de males, ahora deberá visitar La Bombonera, el peor escenario posible para soñar con una milagrosa recuperación.